Navegando por el dolor y el sufrimiento
La vida es el mar. A veces quieto y sereno, donde nos es fácil navegar. Otras, se vuelve inquieto y agitado, fuertes olas que van y vienen amenazan nuestro navío. En ocasiones, la tempestad aparece negra y oscura, haciéndonos temer lo peor. El miedo al naufragio nos mueve a aplicar todos nuestros conocimientos, habilidades y destrezas para mantener nuestro “navío a flote” y evitar el naufragio. Nuestro navío es nuestra herencia y nuestro punto de partida. Podemos mejorarlo, ponerle mejores velas, motores más potentes, sistemas de orientación para la navegación y hacer un buen mantenimiento o, por el contrario, resignarnos a lo que “hay” y vivir de rentas. Esta última estrategia es peligrosa: sea nuestro punto de partida, mejor o peor, es nuestra tarea conocer “nuestro navío”, mejorarlo al máximo y prepararlo para cuando llegue la tempestad.